lunes, 14 de noviembre de 2011

Viste el amor

Y entonces Alicia me coge de la mano y me obliga a meterme en la cama con ella. Suena Bartok y su pelo nos rodea a ambas, madre e hija. Su sudor hace un aura infinita de olor a narcisos y sus manos se aferran a mis costillas con sus lunares y sus marcas oscuras de entrecejos. Las sábanas son rojas y nunca estuvieron tan suaves y redondeadas. huesos de aceituna sus pupilas, mil pecas peces sobre la nariz. La hermosura. Las danzas rumanas afilan un crujido de piano y entonces ella abre sus ojos y trata de alcanzar mis pies con sus mil pequeñas piernas. su pequeña barriga a la altura de mi corazón que parpadea.

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